miércoles, 3 de febrero de 2016

Nuevas publicaciones de la Biblioteca Ilustrada de la Fundación Enrius


















ORIGEN DE LA CIVILIZACION OPARVORULA y

El POEMA ÉPICO LA TWATWAWUKARIA.


El punto de partida de la civilización de los pueblos que ocupaban la Península de Burelandia se establece con la confluencia de dos etnias claramente diferenciadas:
En la Burelandia septentrional, una rama de la familia Pordicea y en la Burelandia meridional, los primitivos Pandoviros.

Por otro lado, son diversos los estudios que tratan de explicar el origen del nombre de esta ignorada península. Nos fijaremos en dos de los más significativos.
Burelandia expresaría algo similar a “tierra de entretenimiento, de diversión “Bureo-land”.
A esta etimología se oponen quienes, tildándola de superficial y frívola, explican su origen como un evidente galicismo ¨”Bureau-land”, tierra de oficinas o despachos y por tanto de oficinistas.
Últimas investigaciones son proclives a la primera hipótesis que consideran más acorde con el carácter de esta etnia.

Sea como fuere, lo cierto es que la tribu Pordicea  pasa de la condición nómada, a lo largo de las planicies del norte peninsular, a una organización social sedentaria colonizando los márgenes del Gran Lago Twatwawuka 
en el centro geográfico de la península.
El acto de unificación de Pandoviros y Pordicea a orillas del Gran Lago Twatwawuka.

Paralelamente, los Pandoviros abandonan súbitamente su costumbre de hablar a gritos para llevar a cabo un esfuerzo histórico de moderación sonora y contención fonética. 
Siguiendo el camino de los Pordiceos, se establecen a orillas del Gran Lago Twatwawuka iniciando una convivencia que pone en práctica los beneficios de la pausada conversación.
Ambas etnias descubren el placer de esta práctica que les hace acceder a un grado superior de civilización, erigiendo un monumento en la ciudad de Obelia, al NE de la península, que conmemora la adquisición de esta práctica. El arquitecto Satpoura Bendisben es el encargado del diseño de este hito de carácter minimalista y polisémico que se constituye en una de las más relevantes muestras del arte público, todavía denominado Pandopordiceo.


Monumento a la Conversación en la ciudad de Obelia obra del arquitecto Satpoura Bendisben.


A orillas del Gran Lago Twatwawuka surge pues una etnia locuaz y dialogante, fruto de varios siglos de plática , de cuyos intercambios nace una concepción del universo y una filosofía basada en un vitalismo dionisíaco expresado en la máxima:

                 A VIVIR, QUE SON DOS DIAS.                                   

Civilizaciones posteriores acuñaron el conocido CARPE DIEM con semejante intencionalidad.

La unificación de estas dos tribus, propiciada y presidida por los dos grandes líderes del momento, Nemoredo El Majestuoso y Elpene Cavallero y consumada como consecuencia natural de estos intercambios, da origen al pueblo Oparvorulo que ocupará la península de Burelandia y desarrollará una cultura y una civilización de inusitado esplendor.
El gentilicio “oparvorulo” proviene, al parecer, de la comprobada fascinación que ambas familias, Pandoviros y Pordiceos, mostraban hacia una forma de expresión visual que usaba unos modelos o patrones que parecían moverse o producir otras facetas de vibración lumínica.
Estos productos visuales, propios de la región oriental de la península, fueron denominados, OP. Art., y aquellos que lo ponían en práctica, recibieron el nombre de OP Art Vorulos, es decir, artistas vibrantes en constante movimiento.
Sin embargo esta hipótesis etimológica no está, en la actualidad, universalmente aceptada.




                            LA TWATWAWUKARIA

 Poema épico de los orígenes del pueblo oparvorulo
                                   

A orillas del Gran Lago Twatwawuka , la reunión de Pandoviros y Pordiceos atravesó diversos momentos marcados por la tensión, los desencuentros y las dificultades propias de los pueblos con distintos lenguajes y temperamentos, al parecer irreconciliables.
La paciencia sin límites de traductores, intermediarios y negociadores y los períodos de descanso impuestos por la vertiginosa dinámica de las sesiones, atemperaron la inicial violencia de estos encuentros que solían durar varios días.
Alonso Ublile, historiador de la antigüedad oparvorula, menciona en sus escritos la primera narración de una antiquísima leyenda que se irá conformando con el tiempo, en forma de poema épico reconocido como propio por Pandoviros y Pordiceos.
Algunos bardos y juglares venidos del norte relataban, desde tiempo inmemorial, las guerras libradas entre los Orreskinos y los Pedonios, en los remotos días de un pasado del que nadie guardaba memoria y entre estos cantores nómadas circulaba el
nombre de Mardoneo Chwatachwk, poeta a quien se considera como  primer compilador de esta leyenda.

Su argumento es el siguiente:

El decimocuarto monarca de una oscura dinastía, los Pedonios, llamado Galenolario, tuvo seis hijos fruto de su matrimonio con la entonces princesa Ogunda. Fueron éstos, Konturio, Sidona, Nordeo, Mekelina, Sínfono y Paramarlina, ciega de nacimiento.

Retrato oficial de la Familia Real de los pedonios. De izquierda.a derecha, Sínfono con sus atributos sobre la cabeza,Simona sentada a horcajadas, el rey Galenolario, la reina Ogunda, tras ella Nordeo el hermafrodita, Konturio el mago con el almirez alquímico, sentada debajo, Paramarlina la ciega, Mekelina con los mismos atributos sobre la cabeza. Reconstrucción histórica y dibujo de Romanillos.

Los seis hermanos mostraron muy pronto la diversidad de sus caracteres y una actitud ante la vida del todo singular.
Mekelina y Sínfono, ambos de ánimo fuerte y decidido, se orientaron a la práctica de los ejercicios corporales que requieren energía y destreza, desarrollando una difícil especialidad deportiva cuyo objetivo era el de romper grandes piedras con la cabeza en el menor tiempo posible.
Konturio, el primogénito, iniciado desde niño en los misterios de la magia negra por un chamán tramontano, paseaba por los prados y dehesas transformando algunos animales domésticos en seres humanos desprovistos de raciocinio y ciegamente obedientes a sus mandatos. Al cabo de varios años, logró reunir un ejército de esclavos con los cuales formaba torres de hasta doscientos codos de altura, o más. El último de estos autómatas, encaramado en lo alto, predecía con notable precisión y acierto los baguíos o tifones, muy frecuentes y dañinos en aquellas latitudes.
Sidona, la segunda hija de Galenolario y Ogunda, desengañada de la vida contemplativa  a la que se había entregado demasiado joven, se ocupaba en la venta de terrenos y lo hacía de manera compulsiva y sin ningún criterio geográfico ni catastral pues de la misma forma pignoraba las orillas de los lagos y embalses, como prestaba a la hipoteca, extensas planicies dedicadas al cultivo de la berenjena. Carente de este imprescindible criterio selectivo, y sin la menor capacidad de organización ni planificación, vendió por tres veces, y a distintos compradores, los mismos terrenos en un enclave junto a las colinas de Janto de los Arroyos, por cuya operación fue encarcelada y  murió  en prisión pues se había negado a ingerir alimento ni sólido ni líquido en protesta por lo que ella consideraba un castigo desproporcionado.
Tras el óbito, se transubstanció en Parvuna Solaz, un ángel que vigila los linderos y a quien otros llaman Muga por su afición a establecer ciertos límites territoriales.
Paramarlina, la ciega, se encaprichó al morir su hermana Sidona, de un mitrocéfalo caligniforme con el cual quiso huir hacia las playas próximas a Puerto Pájaro.
Pidió ayuda para este intento a su hermana transubstanciada en Muga que resultó buena conocedora del terreno y excelente guía en esta aventura.
Vanos resultaron los esfuerzos de sus padres, el rey Galenolario y la reina Ogunda, para convencer a Paramarlina de lo inapropiado de tal decisión pues, como es sabido, el amor también es ciego y no hay razones que el corazón enardecido pueda o quiera escuchar.
Los mitrocéfalos caligniformes, inclinados por su naturaleza a los juegos de azar, no son adecuada compañía para una joven invidente, pero nada pudo la insistencia de los monarcas ante la testarudez de su hija.  Paramarlina, de vuelta de Puerto Pájaro, contrajo matrimonio con la bestia en un remoto santuario que, bajo la advocación de dios Anchernos, se había establecido junto al asentamiento de Nueva Getafe.
Cuenta la leyenda que fruto de esta unión, nació el primer gonoplax cuya especie se extendió más tarde por toda la península de Burelandia.
Las propiedades organolépticas de este híbrido de molusco e himenóptero, hicieron grande a la gastronomía oparvorula cuando, siglos más tarde, los gourmets de la península descubrieron la sólida textura y los deliciosos aromas y sabores liberados en la cocción de sus carnes morenas.
Nordeo, el tercero de los hijos, descubrió un buen día, su condición de hermafrodita  que vino expresada en los aspectos relacionales por su carencia de afición a ninguno de los sexos conocidos hasta el momento y en los aspectos anatómicos por un extraordinario desarrollo y contigüidad de los que, más tarde, identificaría como sus órganos reproductores. Entretenido en cierta ocasión en la tarea de enhebrar uno con otro, se sorprendió a sí mismo en la cúspide del clímax no por inesperado menos placentero.
Ante esta abrupta situación y temiendo haberse quedado encinto, decidió casarse inmediatamente y formar una familia. Vistió sus mejores galas y acudió al mismo santuario donde se había casado su hermana Paramarlina, por ver de continuar la tradición familiar. Vailanu, el chamán de Nueva Getafe que ostentaba la condición de prior de la comunidad religiosa  del santuario, sorprendido en un primer momento al ver aparecer a Nordeo con la pretensión de casarse pero sin la novia, manifestó su extrañeza mientras agitaba una pequeña escoba de algas con la que solía llevar a cabo las liturgias matrimoniales.

-¿Y la novia?, preguntó Vailanu.
-Ella está siempre conmigo, contestó Nordeo.

Esto dio origen a los primeros versos de lo que más tarde se conocería como “La Twatwawukaria¨

ELLA ESTÁ SIEMPRE CONMIGO Y SU           
CORAZÓN  ME PERTENECE

Dos mil seiscientos versos cuadrofónicos completan a continuación el canto de amor de Nordeo a su amada, tan íntimamente ligada a él.

Mientras tanto, en los helados páramos de La Trocha del Perdiguero, Mekelina y Sínfono estaban entregados a su deporte favorito rompiendo pedruscos con la cabeza a un ritmo enloquecido. En el fragor de su entusiasmo deportivo no cayeron en la cuenta de que se habían adentrado en el territorio de los orreskinos, sus mortales enemigos, que odiaban a los picapedreros por ser un pueblo con escasos recursos de cantería.
Mekelina  era capaz de trocear una enorme roca de pórfido  obteniendo no menos de seiscientos pedrujones por sesión y una loseta que solía guardar para sí. Estaba adiestrándose en esta práctica cuando un guerrero orreskino que se había deslizado silenciosamente hasta alcanzar la proximidad de la joven, se abalanzó sobre ella derribándola al tiempo que la golpeaba en la cabeza con su maza de granito porriño. Pero cuál no sería la sorpresa del guerrero al ver su arma reducida a un montón de cascajos esparcidos por el suelo tras la colisión con el cráneo impenetrable de Mekelina, que resultó indemne.

Aquí sitúa la leyenda el comienzo de la guerra entre los Orreskinos y los Pedonios, pues al acudir Sínfono en auxilio de su hermana, propinó al orreskino un golpe con tal ímpetu que la cabeza y parte del tronco del guerrero quedaron reducidos a garbancillo.
Se inicia en este punto la segunda parte de los zoclos épicos de la Twatwawukaria cuando Sínfono, tras reducir al guerrero orreskino en dicha proporción, se dirige a su hermana, agitada aún por el lance y le canta esta conocida estrofa:


             COMO TOMASTE, ALDONZA
             DE LA TARASCA MODELO
             POR ESO LLEVAS EL PELO
             CON TRENZAS DE JERIGONZA

Siguen a ésta, mil ochocientas estrofas más en similar estilo e intención.
Supone Alonso Ublile, el compilador de la antigüedad oparvorula, que Sínfono confunde momentáneamente a su hermana con Aldonza, una campesina de la que anda enamoriscado, asegurando que tal labriega es natural de un lugar de lo que él llama La Mancha, y de cuyo nombre no consigue acordarse.

Veinticuatro mil versos más tarde, Sínfono cae en la cuenta de su error el cual achaca a su falta de costumbre en la correción del paralaje y en lo desordenado de sus lecturas. Para entonces Mekelina, que se ha mandado practicar la trepanación al objeto de aliviar una persistente flatulencia occipital, ha salido de la región de los orreskinos en busca de su hermano Konturio.
Este hermano sigue entregado a las prácticas de magia negra y ha concluido la tarea de transformar un rebaño de Morrocutís de frente dorada en un grupo de castellers  a los que obliga a actuar en público en la región de Gaudencio Palafrugell, junto al cabo Malapena.

La torre se levanta por encima de los ochenta codos geométricos sobre el nivel del mar, habiendo anunciado el grumete, desde la cumbre, nubosidad variable y la llegada de una borrasca.
Mekelina convence a su hermano para que amplíe esa torre y la traslade frente a la fortaleza de los orreskinos con el fin de arrojar desde ella gran cantidad de piedras de diversos tamaños y conseguir de ese modo, la rendición del bastión que cierra el paso al territorio de Rojo de Alizarina, enclave principal del dominio orreskino.
Konturio accede a la solicitud de su hermana e inicia los preparativos para el asedio cuando llega un mensajero anunciando a Galenolario rey de los Pedonios. Este monarca había decidido visitar a su primogénito, tras el divorcio de su esposa Ogunda, madre de los seis hermanos, seguido de una precipitada boda con una esclava del sagrado corazón manumitida por reciente decreto.
Konturio, enfurecido, se niega a recibir a su padre acompañado por la nueva esposa y amenaza con licenciar a los castellers, “si esa furcia se acerca a mi casa”.
Mekelina intenta calmar a su hermano argumentando que, en plena guerra con los orreskinos, no es el momento para discusiones domésticas.
A  todas estas llega el rey Galenolario acompañado por la esclava libre y precedido por un coro de jenízaros, un batallón de modistillas y otro de regulares, que no son tal sino peores, pues imponen la presencia del monarca por la fuerza de las armas. Konturio, ante los hechos consumados, se enfrenta a su padre echándole en cara sus veleidades amatorias y el imperdonable matrimonio con la sierva.

ESCLAVO DE TUS PASIONES
FORNICAS CON UNA ESCLAVA
Y ABANDONAS A MI MADRE.
YO NO ACEPTO TUS RAZONES
ESTO ES UNA CANALLADA.

De este modo se inicia la tercera  parte del zoclo épico en la cual  la esclava resulta ser en realidad, una princesa orreskina introducida en el gineceo de Galenolario,  al  cuidado de una dueña extranjera. Nacida en la ciudad de Milonga, esta princesa  era la propia Amatia de Risso, que había sido la amante de Avramanda Raaka Nui, el intérprete de tamboura que tuvo el desafortunado encuentro con Doris Raipepla el famoso gasterópodo de Santos Ruiz.
Avramanda había sido en su juventud un personaje  muy popular por haber inventado el matamoscas de material sintético y provisto de un veneno mortal impregnado en sus bordes. Tras esta sensacional aportación al bienestar de la vivienda moderna, su nombre había caído en el olvido como es habitual en las desagradecidas estructuras sociales de la modernidad.

Finalmente, persuadido por los ruegos de su hermana y al saber del pasado principesco de la nueva esposa de su padre, Konturio acepta a regañadientes a su madrastra y pone manos a la obra para formar la torre de castellers zombis frente a la fortaleza de los orreskinos.

Tres rebaños de Morrucutís de frente dorada y dos recuas de Mitrocéfalos caligniformes son transformados  y aparejados en una estructura viviente de quinientos codos de altura, o más.
Mekelina se ofrece para subir a la cúspide desde donde arroja cientos de pedruscos sobre el enemigo que sufre numerosas bajas. Cae finalmente la fortaleza tras el incesante asedio durante el cual los orreskinos soportan el impacto de toneladas de cascote. Los pedonios toman posesión del reducto sobre cuyas ruinas pasea triunfante el rey Galenolario precedido de su batallón de modistillas y de regulares. En ese momento el rey anuncia su decisión de fundar, sobre las ruinas de la fortaleza, la nueva ciudad pedonia que tomará el nombre de Nantún, a orillas del lago Soletilla.
Aquí se inicia la última parte de los zoclos épicos con un extenso poema que canta la gesta victoriosa de los guerreros pedonios y la fundación de la ciudad capital, con este comienzo descriptivo y alegórico:
               

       FUI SOBRE AGUA   EDIFICADA
       MIS MUROS DE FUEGO SON 

lema que hace referencia al chispazo que brilla, efímero pero terrible, al entrechocar las piedras de sílex troceadas por los hermanos canteros  Mekelina y Sínfono  que se abrazan con gran emoción.
De las cenizas del reducto orreskino surge luego triunfante el Nelanodero Apizarrado, Ave Fénix de Nantún, la ciudad sagrada de la nueva Burelandia. Este pájaro será con el tiempo y debido a sus extensos conocimientos en el cálculo de estructuras, quien inicie la construcción de la mítica Gran Musaka. monumento primordial de la arquitectura oparvorula.
La Twatwawukaria, poema épico en el que se reconocen Pandoviros y Pordiceos, surge junto a un lago, el Gran Lago Twatwawuka, y encuentra su fundamento civil y militar junto a otro, el lago Soletilla, escenario futuro de la batalla decisiva en la historia de la península de Burelandia.

Asegura Alonso Ublile, historiador de la antigüedad oparvorula, que no es posible por el momento disponer de una traducción completa del poema, pues los más  de noventa mil versos que lo componen hacen de esta tarea una empresa de envergadura ciclópea que ha de llevarse a cabo con la necesaria minuciosidad que tal documento requiere.

En esta labor se encuentra empeñado en la actualidad un equipo de especialistas de la Fundación Enrius, dentro de un programa cofinanciado con fondos da la CEE, la UIA, la GLUP y la  FRRSST.










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