La habitación del Hipnal
Este es un lugar en el que muestro mis trabajos como artista plástico, mis textos y mis opiniones acerca de lo que me llama la atención en una realidad convulsa como la que vivimos.
martes, 11 de abril de 2023
jueves, 6 de abril de 2023
viernes, 31 de marzo de 2023
Bolsas de idiocia
Las "bolsas de idiocia" están en este país tan abundantemente surtidas como las de los llamados poderes fácticos, anónimos conglomerados de intereses que, exentos del escrutinio público, se ven siempre dispuestos a favorecer con recursos de toda índole a las derechas reaccionarias, de modo que accedan al poder asegurándoles el incremento incontrolable e incontrolado de sus beneficios.
La soberbia y autosuficiencia de algunos líderes de una izquierda autoritaria y excluyente, no permitirá esa necesaria "unidad de acción" promovida, ahora y aquí, por quien ofrece sumar voluntades obviando asumibles divergencias ideológicas. Será tildada de traidora quien no se avenga a condescender con las maquinaciones de tales líderes.
Ya empieza a ser del dominio público que la izquierda progresista, pese a los innegables logros del gobierno de coalición en esta convulsa legislatura, se está pegando tiros en los pies hasta quedar severamente mutilada.
lunes, 27 de marzo de 2023
Action Painting
La denominación “Expresionismo abstracto” fue acuñada en New York tras la Segunda Guerra Mundial y utilizada para señalar a un grupo de artistas plásticos entre los que estaban Jackson Pollock, Ashile Gorky, Gottlieb, Franz Kline y De Kooning.
Estos artistas conocían el trabajo de Matisse, Chagall y Max Ernst que se habían instalado en N. Y. huyendo de Europa y estaban probablemente influenciados por el cubismo post Picasso, por el surrealismo y por el neoplasticismo de Piet Mondrian.
Su manera de enfrentarse al lienzo fue conocida como Action Painting, el acto físico de pintar. El lienzo es el “campo de batalla” donde se desarrolla la energía del gesto, la introspección del artista y la transmisión directa de los “movimientos del alma” en contacto con la tela. La catarsis por el gesto. La inmediatez del proceso de acción pictórica es similar al del otro proceso, el fotográfico del revelado en papel, cuando la imagen va apareciendo de manera casi mágica sin apenas opción a cambios.
Jackson Pollock explicaba que la actitud y el riesgo del artista era estar “dentro del cuadro” lo que reducía el papel del ego controlador. Se avanza improvisadamente sin saber lo que va a pasar, es una poética de acción y decisión donde las contradicciones se resuelven permitiendo que coexistan.
La acción se significa a sí misma.
Vista aérea de Manhattan, Acrílica sobre lienzo, 55 x 46 cm
martes, 28 de abril de 2020
Franco ya se ha muerto pero en la prensa sigue siendo muy difícil publicar según qué cosas.
En ese año, inicio mi colaboración en EL PAÍS con una tira de humor gráfico en el suplemento dominical dirigido entonces por Jesús Hermida.
Los personajes de la tira de humor que dialogan sobre la actualidad del momento, se habían publicado años antes en la revista GENTLEMAN que dirigió Juan Luis Cebrián y más tarde José Luis Gutiérrez.
Comienza en esos años el período más sangriento de la actividad armada de la banda terrorista ETA en el País Vasco. Esta tira, una de las que se publicaban semanalmente, fue la única censurada. Cuarenta y dos años después me sigue pareciendo razonable su censura, no era momento para bromas cuando tantas personas fueron asesinadas sin piedad.
Conservé el original sin sospechar que, al cabo de los años, aquél período se iba a revisar en novelas, películas, series de televisión y artículos periodísticos. Y me iba a decidir a sacarla del archivo.
sábado, 25 de abril de 2020
jueves, 30 de mayo de 2019
La Memoria del Metro en dos carteles
La prohibición que exhibe primero me trae a la memoria la ironía con la que en Madrid se presentaba el Grupo El Paso en 1957. El cartel que se exhibía en la puerta del antiguo Museo Municipal de la calle Fuencarral anunciaba: "Prohibido El Paso" anunciando de este modo una nada improbable censura de las propuestas de este histórico grupo.
Constituido en aquel oscuro año por los pintores Saura, Millares, Rivera, Canogar, Martín Chirino, Viola y Feito era la expresión de la tradición vanguardista que rompía con el arte oficial que languidecía bajo la sombra del franquismo.
En los textos elaborados por este grupo se declaraba: "El Paso es una actividad que pretende crear un nuevo estado de espíritu dentro del mundo artístico español. El Paso nace como consecuencia de la asociación de varios pintores y escritores que por distintos caminos han comprendido la necesidad moral de realizar una acción dentro de su país. El Paso luchará por superar la aguda crisis por la que atraviesa España en el campo de las artes visuales. Conscientes de la inutilidad de la discusión sobre los términos abstracción-figuración, arte constructivo-expresionista o arte colectivo-individualista, nuestro propósito es el de presentar una obra auténtica y libre, abierta hacia la experimentación y la investigación sin fronteras y no sujeta a cánones exclusivistas o limitativos.
Propugnamos un arte recio y profundo, grave y significativo. Luchamos por un arte hacia la salvación de la individualidad dentro del signo de nuestra época".
Lejos de prohibir pues, El Paso abría un camino de libertad en la oscura mediocridad general del arte en aquellos años.
El segundo de los carteles, que anuncia de manera escueta el nombre sin más aclaraciones, de una conocida firma de productos de belleza, me hizo pensar en este subterráneo en la terribles siglas de las que fueron agrupaciones parapoliciales que practicaron el terrorismo de Estado: Los Grupos Antiterroristas de Liberación. Me vuelve a la memoria la guerra sucia en los años 80 contra ETA.
En las catacumbas de esta estación fantasma dos añejos carteles han distorsionado mis recuerdos llevándome a través del túnel del tiempo hasta otros años en los que tan frecuentes eran las prohibiciones y tan perfumados los cosméticos.
miércoles, 27 de junio de 2018
Museo de Albacete Enrique Cavestany 2018
Boccato di cardinale
De su sentido del humor, de su portentosa imaginación, de su formidable pulso de dibujante y de su innata capacidad para inventar universos paralelos al nuestro surgió este universo de los Oparvorulos, con todo lo que puede uno sacarse de la manga para crear un universo, que es muchísimo en el caso de Enrius. Imagínense ustedes el rigor con que Tolkien se sacó de su manga, tan oxoniense, el universo de la Tierra Media, que ahora circula por nuestras mentes como algo conocido y familiar, por más que no se localice en los atlas geográficos al uso. Pues algo parecido ocurre con esta Península de Burelandia de Enrius, descubierta por un selecto grupo de navegantes madrileños al mando de D. Selenio Telfeusa del Río, presente en testimonios fotográficos que se exhiben en la muestra junto a todo tipo de objetos —pinturas, esculturas, maquetas, dibujos, mapas, etc. — que dan fe de la existencia del mundo perdido de los Oparvorulos.
A través de esos objetos, y alternándolos con paneles explicativos de las expediciones de sus intrépidos descubridores, nos toparemos con el arte y la cultura de una comunidad que, sin Enrius, no habría superado los límites de lo improbable o incluso de lo inexistente, pero que, gracias a su genialidad, ha venido para quedarse en el recuerdo de todos cuantos visiten esta exposición en el Museo de Albacete. Boccato di cardinale, dije alguna vez que me parecía este juego inventivo de Enrius. Me quedé corto. Esta exhibición de ingenio y de talento a partes iguales solo puede degustarse en una mesa pontificia. Por lo menos.
miércoles, 3 de mayo de 2017
EN EL ESTUDIO ... ENRIQUE CAVESTANY - Vìdeo Dailymotion
martes, 10 de mayo de 2016
Ayer a media tarde, bajé al sótano como de costumbre, para recoger los carteles que anuncian las actuaciones de la noche, encender la estufa de butano que caldea el ambiente y poner música.
Manolo no había llegado, Ángel vendría más tarde pues tenía la peluquería llena de gente y Ricardo preparaba en casa su examen del lunes.
Además, ahora que me doy cuenta, han pasado treinta y seis años y los tres están muertos.
De modo que estaría solo al menos una hora.
Estaba apilando unas cajas de cerveza en el pequeño almacén para la intendencia que hace las veces de camerino para los artistas y de despacho, cuando un ruido de pisadas, que en realidad era apenas audible, me hizo volver la mirada hacia la escalera que sube hasta la planta de arriba.
-¿Eres tú , Manolo?
Nadie contestó pero cesó de improviso el ruido de pasos.
Yo siempre estoy esperando horrores cotidianos de modo que ya sé dos cosas : en primer lugar que dentro de otros treinta años, un titular de prensa dará cuenta de mi exposición de entonces con el título de “Horrores de andar por casa”
y además que sin duda sucedería lo peor. Esto es así porque en el continuo espacio-temporal se desarrollan todos los eventos físicos del Universo, de acuerdo con la teoría de la relatividad. Y por lo demás es solo un modelo matemático, una entelequia curvilínea. O sea, a lo que íbamos, aquella tarde me dije : un espíritu viene a asesinarme con una soga de cáñamo.
Terminé apresuradamente de colocar las cervezas y salí del almacenillo al tiempo que un golpe de viento helado me azotaba el rostro abriéndose paso a través del áspero olor a humedad y tabaco rancio que impregnaba entonces el sótano de la Cava Baja. El muerto, volví a decirme, quiere aterrorizarme antes de acabar conmigo. Intenté gritar para que la portera me oyera pero imaginé que estaría enseñándole el ático a Basilio Martín Patino que últimamente se había interesado por alquilarlo para Obdulia. De todas formas hubiera sido inútil, me había quedado sin voz y unas agujas de hielo se clavaban en mi garganta paralizando mis cuerdas vocales con un dolor insoportable.
De nuevo las pisadas retumbaron al golpear los escalones huecos de madera, alguien bajaba lentamente precedido por el viento frío y áspero.
Empecé a experimentar un pánico mortal pues la cortinilla de rayas verdes y negras que colgaba al final de la escalera, se movía plegándose en una arruga, que me pareció el rictus de un ahorcado, y me dajaba ver una mano peluda como la de un simio cuyos dedos terminaban en poderosas garras depredadoras.
Es un monstruo, me dije una vez más, el muerto que va a asesinarme es un monstruo y estoy seguro de que le huele el aliento.
Lo que colmó después mi espanto fue comprobar que la mano no precedía a ningún brazo colosal, no era el apéndice que precedía a un cuerpo de hiena rabiosa, grifo, esfinge moribunda o nosferatu ávido de sangre, era solo una mano cuya insoportable fealdad terminaba poco más arriba de la muñeca.
Intenté por segunda vez articular un alarido de terror, sin duda lo más adecuado en esos momentos, y quién sabe si, de haberlo conseguido , hubiera podido alertar al vecino del primer piso tan malhumoradamente acostumbrado a los gritos , risotadas y espontáneas muestras de júbilo en las noches de la cueva, pero tuve que resignarme a la afonía y el agarrotamiento irreversible de mi garganta.
La mano se aproximó balanceándose en el aire de una forma siniestra, retorciendo los dedos que aprisionaban el aire enrarecido del sótano mientras mi espanto , ya próximo al delirio, a punto estuvo de colapsar mis sentidos si la sorpresa no hubiera al fin superado al horror.
Ante mi asombro sonó entonces en el silencio del sótano algo parecido a un gorgoteo y comprobé cómo aquella garra deforme comenzaba a hablarme con fuerte acento rumano.
Se presentó como la mano izquierda de Polmiar Popescu, inmigrante centroeuropeo procedente de la Transilvania rumana y antiguo empleado del establecimiento de Pompas Fúnebres cuyas dependencias, me dijo, sabrá usted que en este mismo local tuvieron su sede ya hace más de cuarenta años. Mano izquierda, añadió, lamentablemente separada del brazo a causa de un desgraciado accidente con la tapa de un ataúd.
Cuando me encontraba apenas recuperado de mi espanto e intentaba preguntar a la mano el porqué de su llegada a nuestro local, una voz de acentos sepulcrales me sumieron de nuevo en el paroxismo.
-¡Es mentira!, ¡Usted no debe escuchar a este imbécil!
Yo estoy también aquí y tengo algo que decir al respecto.
No vi a nadie, miré por todos los rincones del sótano pero no vi a nadie. No, no lo he soñado y supe que Manolo no iba a llegar porque ya estaba muerto. El tiempo se había curvado una vez más en el interior de la cueva y Ángel no peinaría más a sus antiguas clientas, ni Ricardo, que había aprobado el examen de aquel lunes, podría volver a levantarse en la soledad de su apartamento donde le habían encontrado un mes después de su fallecimiento.
Estoy solo aquí, con esta mano y estas voces que suenan también solas en la atmósfera oscura del sótano de la Cava Baja.
La mano se acercó entonces y con emocionante sinceridad me confesó que era cierto, que Polmiar Popescu estaba también entre nosotros. Que, como ya sabía Juan García Atienza, este era un lugar mágico, uno de los muchos que se habían encontrado sobre la antigua muralla árabe de Madrid que discurría bajo nuestros pies.
-Es solo un ectoplasma, me dijo la mano, lo que naturalmente dificulta su localización.
Efectivamente, el ectoplasma de Popescu siguió gritando desaforadamente y acusaba a su propia mano de abandonarle en los momentos más difíciles.
Estaban todos muertos menos la mano, puede que yo también estuviera muerto sin darme cuenta, tal cosa ya hemos visto que sucede , lo hemos visto en el cine y lo hemos leído en algunas novelas góticas como Alraune que Fede había leído y me había recomendado.
Pero Fede también estaba muerto y cómo recuerdo, qué bien lo recuerdo, cuando leyó en aquellas sesiones de relatos en la cueva, algunos episodios de Las noches lúgubres, de Alfonso Sastre. Como aquella terrible que leyó el último día:
Me dirijo a la Cruz Roja Internacional. He sido torturado hasta el punto de que me encuentro en peligro de muerte. Si sobrevivo denunciaré estos hechos.
Hoy he sabido que van a someterme a una operación quirúrgica. He sabido también que el cirujano que va a operarme es uno de mis torturadores.
Si alguien encuentra este papel, hágalo llegar a su destino. ¡Es una petición de socorro!.
Esta era entonces una de esas noches lúgubres en la que todos estábamos muertos y el ectoplasma de Polmiar Popescu seguía gritando.
Pregunté porqué lo seguía haciendo y la mano se adelantó y me dijo que Popescu era, incluso como ectoplasma, un hombre pundonoroso y pues esa noche venía a pedirme algo, no quería presentarse ante mí sin mano.
Del horror al desconcierto y de éste a la más absoluta perplejidad, mis emociones acabarían con mi ritmo cardíaco de no cesar esta desmesurada situación.
La mano me dijo que Popescu había bajado aquí esta tarde pues le habían hablado de nuestras veladas literarias de los miércoles. Se lo había comentado Rosa Montero que había leído poemas surrealistas con Forges.
Es cierto, yo estaba también, pensé, recuerdo aquella noche. Pero aquello resultó festivo, no fue doloroso.
Popescu, es decir su ectoplasma, quería leer un poema de Antonin Artaud dedicado a Vincent Van Gogh. Pero considerando que los dos estaban muertos hacía mucho espacio-tiempo, uno a causa de un cáncer de colon y otro prácticamente de un viejo disparo bajo lo cuervos del trigal, deseaba leerlo él.
Respiré profundamente y les aseguré al ectoplasma rumano y a su mano que con toda seguridad leería su poema y que incluso trataríamos de buscarle un acompañamiento musical. Que ya hablaría yo con Javi López de Guereña para que viniera el próximo miércoles. Que ya sabía yo que Javi estaba vivo.