
El Efecto Retroactivo sube al Monte Igueldo por el camino más corto.Donostia/San Sebastian, principios del S.XXI.
*La denominación EFECTO RETROACTIVO se refiere aquí a un ente que, además de ser un participio activo del verbo ser, es uno de carácter polisémico,sin principio ni fin, sin pies ni cabeza, ni benéfico ni perjudicial, que viene del presente pero sin embargo obra sobre el pasado o viceversa y que através de ambos tiempos lleva a cabo,habitualmente, románticos paseos.
Se inicia ahora una serie de relatos acerca de las diversas situaciones y presencias históricas y/o contemporáneas en las que este ente ha tenido una presencia activa.
Una tarde de agosto Josu Laskoain decidió empezar,por su cuenta y riesgo, la guren borroka, guerra santa guipuzcoana, y subió al Monte Igueldo en Donostia/San Sebastián para llamar a Dios en busca de la necesaria ratificación divina para su decisión.
Josu sabía muy bien que si uno no mata nadie le toma en serio y una adolescencia excesivamente prolongada, como hijo segundón de una familia donostiarra de envasadores de piparras junto a lo retraído de su carácter, le habían impedido reiteradamente hacerse notar en el batzoki.
Este joven abertzale no tenía, sin embargo,intención de unirse al MNLV (Movimiento de Liberación Nacional) sino que que pensaba llevar acabo la guren borroka de forma autónoma aunque con asistencia divina.
Provisto de un teléfono móvil con el cual,según el folleto de instrucciones, se podía hablar con todo dios,subió al autobús de Venta Berri que le llevó hasta el pie del funicular de Igueldo. En pocos minutos este vetusto ingenio alpino le depositó en la explanada del hermoso mirador desde el cual en días claros se puede ver hasta Biarritz. Y hablar con Dios.
Bien fuera a causa de baja carga de la batería o acaso de falta de cobertura, el caso es que el móvil de Josu no podía comunicar con el Padre Eterno por más intentos que hacía el joven por conectarse. Posiblemente la cantidad de dígitos necesarios para establecer la divina conexión resultaba excesiva para las prestaciones del aparato que, mostrando la interminable serie de números en su pequeña pantalla,preguntaba enloquecido : Dios. ¿Llamar?. Desvío llamada activa...¿Desistir? Seleccionar,Menú, Opciones, Atrás,¿Borrar mensaje?
Dios no contestaba.
Enormemente decepcionado Josu se dirigió al Parque de Atracciones y se embarcó en El Río Misterioso sumido en sombríos pensamientos mientras navegaba en la barquilla sobre la rápida corriente inducida por la noria, en el estrecho canalillo que serpentea sobre la bahía de La Concha.Si Dios no contesta todo me está permitido, se afirmaba Josu,parafraseando a Nietzsche, al tiempo que sacaba de su bolsa de deportes una recortada con dos cañones de 12 mm. y en el momento justo de visualizar el chinchorro delantero donde navegaban dos jubilados del Inserso que en ese momento señalaban con el dedo en dirección al Castillo de la Mota en la cima del Monte Urgull.
¡Se van a enterar los invasores estos! mascullaba enardecido mientras introducía dos cartuchos de perdigones en las oscuras bocas de la recortada.
La repentina llegada del Efecto Retroactivo que se estaba alzando desde la explanada de Los Peines del Viento hasta la terraza de Igueldo, evitó la tragedia golpeando con fuerza sobre la frágil embarcación.
La recortada cayó de las manos del joven abertzale yendo a parar al fondo de las turbias aguas del canalillo.
¡Paren esto, joder! ¡Ostias! ¡Me cago en dios! gritaba desesperado Josu Laskoain pero la imparable corriente del Río Misterioso inducida por la noria seguía arrastrando la barquilla que navegaba impertérrita sobre la maravillosa panorámica de la bahía donostiarra.