martes, 2 de agosto de 2011

Moscú. Fin de trayecto fluvial.







                     Llegando a Moscú por el canal


                                                           
Decía en la anterior entrada que nos espera la sorpresa de una enorme ciudad de diez millones de habitantes y de asombrosa diversidad arquitectónica, en plena transformación, que empezamos a descubrir en la estación fluvial de Retchnoy Vozkal sobre las aguas del río Moskova. Preparo mis cuadernos y mis rotuladores imaginándome sentado durante horas en la Plaza Roja frente a la muralla del Kremlin. Esta es la breve historia.

Hemos llegado através de los canales del Volga e imagino lo que hubiera sido llegar por vía terrestre y de forma autónoma, otros carteles, otras indicaciones de ruta, otro alfabeto. Ante tan conflictivo panorama nos adaptamos, por primera vez en nuestros viajes, a la seguridad del grupo, a las visitas ordenadas. Autobús, llegamos
La Plaza Roja es una enorme extensión donde me viene a la  memoria cinematográfica desfiles conmemorativos, estoicos soldados de plomo soviético al paso de la oca, tanques macizos y misiles de largo alcance bajo la mirada de una tribuna llena de  supremos mandatarios del Soviet cubiertas sus cabezas, más o menos venerables, con los papaja de astracán. Todo el poder a los soviets. Pido por favor un par de horas para poder dibujar este lugar fantástico en el que todo este recordado espectáculo ha desaparecido. 
Te esperamos.
Gracias, sólo será un rato.














Los almacenes GUM, que tienen algo de estación de ferrocarril británica, pasaron de antiguo mercado histórico a grandes almacenes del nuevo capitalismo ruso y cierran uno de los flancos de esta inmensa y hermosa Plaza.






                                                                     La Catedral de San Basilio en La Plaza Roja  




                                   La Muralla Roja y los palacios del Kremlin








La catedral de San Basilio, la torre del Kremlin, la muralla roja, el mausoleo de Lenin, mientras algunos bajan a cumplir la visita a la momia yo tengo que elegir el dibujo, imposible todos los placeres juntos porque el tiempo es avaro, implacable y pasa demasiado deprisa.
Por unas monedas hay quien decide fotografiarse con Marx y con el zar Nicolás II.
Es patético, simbólico y turístico pero bastante ridículo.







Entramos al Kremlin por la puerta del Salvador y tras su enorme muralla, se alza la catedral de la Asuncion donde se coronaban los zares, cúpulas doradas en forma de bulbos ardientes que brillan al sol escaso de Moscú, enorme cañón de oscura boca. Otro ratito para dibujar, por favor.
Autobús y vamos a










La Universidad  Estatal, con su imponente aspecto inequívocamente soviético, lleva el nombre del famoso científico Mijaíl Lomonósov y su torre principal se corona con una aguja rematada por una enorme estrella de cinco puntas. Todo es a gran escala, solemnemente añejo, sobre los muros, relojes, barómetros y toda clase de símbolos de un pasado petrificado en estatuas de quienes lo hicieron posible. Frente a la explanada sobre la que se yergue este monumental conjunto contemplamos una hermosa panorámica de la ciudad.


Y el metro, sobre todo el metro, tan universalmente famoso porque desde los tiempos del estalinismo, delirante de grandezas, este transporte popular  es un suntuoso palacio subterráneo, un museo dedicado a la exégesis hagiográfica  de La Revolución Rusa expresada en esculturas, mosaicos, vidrieras y pinturas narrativas de la epopeya soviética por cuyo nostálgico pasado paseamos escuchando el sonido chirriante de los trenes.
No puedo dibujar, no hay tiempo, tienen que ser fotografías. Bueno, vale.







































El Bolshoi, el teatro "grande" a cuyos espectáculos de música y danza se puede asistir a precios módicos. Al pasar frente a la fachada de este templo  se me aparece el ectoplasma de Piotr Ilich Tchaikovski a punto de suicidarse, la viuda von Meck no hace nada por evitarlo y recuerdo cómo en el delirio, se lo echo en cara de la misma forma que lo hice con los muchos imbéciles que aseguraban que este genio era un cursi. La historia ya ha hecho justicia y yo me recupero del trauma tarareando la danza española de El Lago de los Cisnes y con un paseo colectivo por la calle Tverskaya.

Se ven, los vemos con nuestros cansados ojos ya casi rusos, los hoteles, los comercios y los lujosos restaurantes a cuyas puertas esperan grandes automóviles negros con chóferes de temible aspecto que aguardan pacientes al jefe que, en un reservado tapizado de oscuros terciopelos, se entretiene con dos rubias de largas piernas y tártaros ojos rasgados. Precios imposibles.




La visita a la Tetriakov Modern me da para un relato que pienso publicar en mi próximo libro. Visita imprescindible incluso para los no especialmente interesados en el arte ruso, las vanguardias y el famoso realismo socialista. Stalin y Vorochilov paseando por las murallas del Kremlin, una vez más la desmesura del estalinismo, la pintura al dictado y a mayor gloria del Partido.





Un paseo por el parque Sokolniki, antiguo coto de caza de los zares, hace que me sienta irremisiblemente sujeto al grupo cuyo guía nos va indicando los lugares y los tiempos en perfecto castellano.
Se nos ha hecho muy tarde, perdemos el barco. Salimos de la Paza Roja y tomamos un taxi, ingenuos, a toda velocidad y através de un monumental atasco nos devuelve al embarcadero fluvial de Retchnoy Vozkal, justo a tiempo. Seiscientos euros de tarifa. Hay que preguntar antes. Me cabreo con el taxista, momentos tensos. Lo que obtengo es un mínimo descuento pues los demás no quieren bronca.
No tomen un taxi en Moscú sin previo asesoramiento.







4 comentarios:

Gastón Segura dijo...

Mira que eres, Enrique, no visitar al camarada, que está allí aguardándote momificado tantas décadas. Lo primero que hubiese hecho yo: visitar a Wladimiro (o Baldomero, que español también vale) y luego la Lubianka.

Enrius dijo...

Es que, Gastón, las momias me dan repelús. Pero me hice una idea cuando me lo contaron. La vida es una constante elección. Y ya sabes, elegir es renunciar.

Coco dijo...

Simplemente extraordinarios tus dibujos de Moscú, Enrique. Yo también hubiera ido a la Lubianka (sobre todo después de leer los extraordinarios libros de Orlando Figes "La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo" y "Los que susurran. La vida cotidiana bajo el stalinismo)... pero coincido contigo, hay que elegir.

De nuevo, me parecen notables tus dibujos. Un gran abrazo

Enrius dijo...

Gracias Coco por tus amables comentarios acerca de los dibujos.
El asombro e interés que me produjo la Plaza Roja en ese impagable tiempo del que disfruté dibujándola, no era compatible con una visita a chekas y gulags con momia para los que no tenía ánimos aquella mañana luminosa. Begoña me lo contó después.