lunes, 22 de marzo de 2010

La Ascensión al monte El Corvo. 2/1


Higiene mental, física y literaria.(..."leer libros que no estuvieran en el programa"...)


Cosas de la edad. (..."Pero, claro todo esto lo hacía siempre en grupo"...)

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Mornessi

Los especialistas Candeño y Espinosa además de lo que ya he referido, me recomendaron un buen número de actividades y prácticas que debía hacer habituales en mi vida cotidiana, entre ellas bañarme durante una hora en sales de magnesio; beber dos litros agua; meditar durante al menos 30 minutos antes de acostarme, sentada en el suelo en una postura concreta que me enseñó Espinosa; no excederme en el consumo de grasas animales, tabaco, dulces, alcohol, picantes, tomate crudo, repostería y frutos secos; pasear una hora diaria sin detenerme; conversar exponiendo mis ideas, defendiéndolas honestamente; leer libros que no estuvieran en el programa académico (Candeño me regaló siete u ocho de Carlos Castaneda; y Koldo Espinosa -de quien fui muy amiga hasta 2004, año en que murió- me recomendó la lectura de Proust, Durrell, Dostoievski, Joyce, Beckett y Virginia Wolf). En fin, yo soy muy cumplidora e hice caso en todo lo que me aconsejaron, además de la ingesta puntual de varios remedios, algunos de los cuales aún tomo.Lo de la vida sexual sana no sabía ni cómo planteármelo,aunque por empezar de alguna manera me compré un consolador vibrador al que llamaba Mornessi en la intimidad.
En lo referente al deporte, después de varios intentos que resultaron muy vergonzantes, porque yo tengo un gran sentido del ridículo, decidí apuntarme a todas las marchas, clubes de senderismo y excursiones que se organizaban en La Rioja. Bueno, a todas no, quiero decir a unas cuantas. Me hice la Valvanerada y varias romerías, entre las que recuerdo especialmente la de Lomos de Orio, porque me cogí un pedo espectacular animada por el santero de la ermita, Luis Vicente Elías, que era un cachondo ilustrado. Pero, claro, todo esto lo hacía siempre en grupo y si me daba el vahído, como le llamaba yo, porque me seguían dando de vez en cuando, me aferraba como una lapa al primero que veía y le contaba mis penas y me llevaban al autobús o llamaban a un taxista. Es decir, que aunque el objetivo se suponía era que me enfrentara al espacio y a mi pequeñez al aire libre, como siempre lo hacía en grupo cuando me sobrevenía la agorafobia me amparaba en el grupo, que enseguida me rodeaba y socorría de tal forma que yo perdía las referencias a la lejanía del horizonte y a la inmensidad vertical del cielo, que era francamente lo que más me aplastaba. Eso de sentir sobre mi coronilla toda la inmensidad del cielo con sus cuerpos celestes, la energía y materia oscura, hasta los mismos bordes del tiempo y el espacio me aplanaba el ánimo hasta el punto de hacerme caer literalmente al suelo, como si sería fulminada.
Koldo y Urbano me recomendaron que tratara de organizarme alguna excursión yo sola, porque la soledad me obligaría a recurrir sólo a mi capacidad de lucha por y conmigo misma. Me auguraron que pronto vencería mis miedos fóbicos a la infinitud si sabía afrontarlo bien. Pero sola, Chari, insistían.
Y ahí fue cuando me puse a leer sobre viajes en solitario, apercibiéndome, además, de que todos los escritores y escritoras que me habían recomendado eran solitarios en grado sumo, como yo misma.
De todas las historias que leí durante el curso 1986/87, la que me emocionó más fue la novela de Dostoievski, Noches blancas. Pero yo no me identificaba con Nastenka, sino con el joven soñador y solitario, que no tenía nombre.



Leer a los clásicos



La historia cultural de Europa (..."Fiodor Dostoievski quien más me impresionó...)

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Dingenas

De todos aquellos autores amigos, Carlos, Marcel, Lawrence, Fiodor, James, Samuel, Virginia, y algunos otros, fue siempre, y aún lo es, Fiodor Dostoievski quien más me impresionó; me gustaba y me emocionaba tanto que empecé a ver pasear por Logroño a los personajes de sus relatos, gente malvada y retorcida, al borde de la muerte y el olvido. Pero este autor no tiene libros de viajes ni excursiones propiamente dichas, por lo que tuve que buscar de otra forma y en otros libros. Me ayudaron mucho en la librería de Gumersindo Cerezo.
Y de esa forma, rebuscando, llegué a Tito Livio, que ya es llegar, que habla de las cosmografías de Pomponio Mela, quien refiere hechos de viajeros de la antigüedad, y entre ellos de un pasaje en el que Filipo II, rey de Macedonia y padre de Alejandro III, asciende al monte Hermo y desde su cima ve dos mares, el Adriático y el Mar Negro. Siguiendo por ahí encontré que además del propio Tito Livio había otros autores que ponían en duda se pudiera ver ambos mares desde la cima del Hermo o Hermón, porque esos autores; y entre ellos el lírico trovador Francesco Petrarca que se inclinaba más por creer que los macedonios en general y los Filipo sucesivos en particular, incluyendo a Megaloalexander, eran muy fantasmones, casi como si serían vascos. En esto estaba yo cuando me dejé engatusar por el provenzal que fue quien, según los historiadores del montañismo, hizo una ascensión al Mont Ventoux como quien va por ir, no por fantasmerías de vasco o macedonio, sin ansia alguna de conquista ni explotación agropecuaria o de lo que sería. Fue por ir, por contemplar. Que aunque es seguro mucha gente antes habría hecho lo mismo no habían considerado de interés contarlo o relatarlo.
Me centré finalmente en la excursión de Petrarca al Monte Ventoso porque consideraba yo que estaba más a mi alcance, siendo que junto a Logroño hay algunos oteros y montecillos que podrían tener las mismas características que el Ventoux, aunque menos altura. Concretamente hay dos muy a mano, el monte Cantabria y el monte El Corvo. Me decidí por El Corvo porque el Cantabria está demasiado cerca, a las puertas de Navarra, mientras que El Corvo está un poco más lejos, a la entrada en Álava. Y dicho así, como lo he expuesto, puede parecer que están a una distancia moderada, pero no; a nada que te vas de Logroño al este, cruzando el Ebro, apareces en Navarra, en el término municipal de Viana, y si te mueves al noroeste te plantas enseguida en el término municipal de Lanciego, que es ya Álava, Euskal Herria, y está lleno de abertzales idénticos (como dice Javier Krahe: idéntico a lo autóctono). Pero me caen mejor los alaveses, son más abiertos, dentro de lo que les cabe.



Camino de perfección. Un viaje iniciático (..."unas botas chiruca...y unos pantalones cortos"...)


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Phoebi

Lucrum omnium, dice un historiador infame y localista que llamaban a Logroño los alaveses y navarros ya desde cuando empezaron a serlo. La verdad es que Vitoria/Gasteiz fue siempre una ciudad muy triste y Pamplona/Iruña muy aburrida, parece que Logroño/Logroño tuvo siempre más movimiento y puterío. Como las tres capitales están bastante cerca las unas de la otra, los vasconavarros más chistularis si querían juerga se venían a Logroño. Dicen. Vaya usted a saber. Lo cierto es que Logroño tiene guasa todo el año, insiste el historidador localista e infame cuyo ídolo es Pepe Blanco, pero que no es Pepiño Blanco el psicosociata, sino otro que cantaba y eso con Carmen Morell.
Yo decidí El Corvo porque estaba como kilómetro y medio más lejos que el monte Cantabria, sólo por eso. El monte es un erial, de escasa vegetación, mal conectado con la ciudad y rodeado de algunas industrias y bodegas que no hacen sino afear el entorno. Cuando le dije a don Luis que planeaba una excursión al monte El Corvo me dijo que ni se me ocurriera porque el lugar era víctima de la incuria. Pero ya hacía mucho tiempo que no le hacía caso y me preparé para el acontecimiento: mi primer senderismo sola. Así que me empapé bien de la ascensión de Petrarca al Ventoso y reuní todo lo que pensé me podía ser de utilidad durante la jornada al provenzal, según cuenta en su reato, no le pareció bien ninguno de sus amigos para acompañarle a tal empresa. Demasiado precavidos unos, tardos, cautos, impulsivos, lóbregos, joviales en exceso, torpes o prudentes por demás el resto. Vaya amigos, pensé. Yo, sin embargo, teniéndolos estupendos, no podía llevármelos conmigo, porque de eso se trataba, de poner a prueba mi fobia a los espacios abiertos o abiertísimos, venciéndola sola, con mi propia voluntad y sin ayudas exógenas.

Me compré unas botas chiruca, qué espanto, y me puse unos pantalones cortos de senderista llenos de bolsillos en los que sólo supe meter tonterías; un chaleco de pescador y una camisa de hilo blanco que se fue arrugando según me la abrochaba. Me peiné un moño muy prieto y me toqué con un sombrerito ridículo de tela vaquera que hasta tenía un bolsillito. Bastón, calcetines gruesos, braga y sujetador de algodón de punto gordo, gafas de sol de pasta oscura y mochila con agua, latas de pijadas, pan, frutos secos, higos. Bueno, todo eso que se lleva, ¿no?
Como les pasa a los niños, la noche anterior no pude pegar ojo.


Otro Mont Ventoux.Sierra de Gredos.Bajando a Lozoya desde Navafría. (..."la ascensión de Petrarca al Ventoso"...)

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