miércoles, 28 de octubre de 2009

También en Montevideo


La bahía de Montevideo desde El Cerro





El Cerro, Montevideo. Monumento a los detenidos/desaparecidos


Por la mañana en Montevideo subimos al Cerro que es , probablemente, el único lugar al que se puede "subir" en esta hermosa ciudad plana y tan extendida.
Uruguay: País suavemente ondulado y de clima variable. (sic)

El acceso a Villa del Cerro nos va mostrando unos barrios de modesta condición cuyos nombres son los de aquellos países cuya emigración pobló originariamente aquella colina :
Polonia, Rusia, España , Italia ....
Vamos a conocer el espacio donde se ha ubicado el monumento a los 180 detenidos/ desaparecidos durante los doce años de la Dictadura instaurada el 27 de junio de 1973 y que se prolongó hasta 1985.
Es un apacible lugar rodeado de un pequeño bosque de pinos y una pradera que enmarca con sobriedad el hito conmemorativo.
La exenta arquitectura del monumento asienta dos muros paralelos y transparentes en los que pueden leerse los nombres de las víctimas, sobre un abrupto suelo de piedra de pizarra. El contraste de estos materiales resulta de un especial simbolismo y de una escueta elegancia desprovista de todo énfasis.
El sitio invita al paseo y a la reflexión mostrando al mismo tiempo una espléndida vista sobre la bahía de Montevideo.
El Cerro culmina en el faro que sobresale por encima de la Fortaleza General Artigas conservada hoy como museo militar.
Una vez más paseamos por este espacio para la memoria tan distinto, pero tan cercano, al de Buenos Aires considerando la imprescindible necesidad de no olvidar los terribles momentos de la Historia cercana.
Para no repetirla.
Entre los muros alineados y diáfanos vamos leyendo los nombres impresos.

viernes, 16 de octubre de 2009

Buenos Aires,La Escuela de Mecánica de La Armada, hoy Instituto Espacio para la Memoria



Buenos Aires. Torreta de acceso al recinto de la ESMA




Buenos Aires. Fragmento del panel con fotografías de los oficiales torturadores de la ESMA en la actual Sala de Comunicación del Espacio para La Memoria








La Escuela de Mecánica de La Armada. Edificio Principal


La Escuela de Mecánica de La Armada. El Casino de Oficiales


La incipiente primavera porteña me obsequió con un sol radiante y un cielo azul en esos últimos días del septiembre austral.
Parece un amable comienzo para el relato de un paseo por la zona norte de Buenos Aires, en Núñez, sobre el 8200 de la Avenida del Libertador.
Pero no lo es.
Deseo explicar mi visita a La Escuela de Mecánica de La Armada situada en este lugar y los recuerdos de ese día me tiemblan en las yemas de los dedos que transcriben sobre el teclado los apuntes apresurados en mi libreta Moleskine.
El acceso al recinto es restringido y previa petición. Yo se lo debo a la amabilidad de un funcionario/a que, ante mi obcecada insistencia, permitió (creí entender através del teléfono, que debido a mi condición de artista español) que me uniera a un grupo de estudiantes que iniciaban en ese momento una visita guiada.
El relato se lo debo a un muchacho, Pablo Vialatte, que hizo las veces de cicerone del Instituto Espacio para la Memoria, destinado en 2004 por la Legislatura porteña para ocupar y guardar la de ese terrible predio.
Este hermoso lugar ocultaba, hace ya más de treinta años, todo el horror que allí vivieron los cinco mil infortunados que llegaron encapuchados y maniatados y donde sufrieron, a manos de sus captores, la pérdida de su condición humana.

Los que sobrevivieron de esos cinco mil, nos han dejado sus testimonios.

Se contempla en primer lugar la todavía tenebrosa torreta de control que daba acceso al recinto y a cuyos pies se extendían dos cadenas sobre las que saltaban los neumáticos de los autos, saltos que recordaban los cautivos que sobrevivieron, como su definitiva entrada al infierno. Tras un breve recorrido el guía nos muestra la que fue residencia del contraalmirante Rubén Jacinto Chamorro director de la ESMA y mano derecha de Eduardo Massera.Compartía tareas con el capitán Jorge Eduardo Acosta "El Tigre"
En ese "chalecito" vivía Chamorro con su familia y allí celebraba sus fiestas y reuniones con amigos, celebridades de la época, algún cantor de tangos y más de un dignatario de la Santa Iglesia Católica,cuya jerarquía tan solícita fue con la dictadura. Allí acudía también el propio Massera ( de aquel siniestro triunvirato con Videla y Agosti ¿recuerdan?) repartiendo instrucciones para el mejor funcionamiento del lugar, denominado en clave Selenio , el lado oscuro de la Luna.
Todo sucedía en El Casino de Oficiales, edificio con un cuerpo central y dos laterales de tres plantas y un ático- buhardilla. En el ala derecha se alternaban las viviendas de los oficiales/torturadores, en dos plantas, con el "grupo de tareas" en la planta baja, y la zona denominada Capuchas donde los detenidos permanecían con la cabeza cubierta y maniatados. En el ala izquierda se almacenaba todo lo robado a los detenidos. Un tal Radiche, al parecer hermano del director, se ocupaba de inventariar lo robado y de la venta de las posibles propiedades de los detenidos/desaparecidos.
Es muy detallado el relato y Pablo Vialatte, nuestro guía, lo lleva a cabo con una admirable sobriedad y procurando evitar, en lo posible, los detalles morbosos, insistiendo, cada vez, en que no se trata de remover el rencor sino de preservar la memoria, comprometerse con la defensa de los Derechos Humanos y mantener este terrible lugar como un necesario espacio de encuentro de la sociedad civil y el Estado que asume su responsabilidad sobre los hechos ocurridos durante el Terrorismo de Estado.
Estamos visitando un museo, un extraño museo, un edificio que guarda entre sus vacías paredes y en el silencio de sus salas la memoria del horror.
Los muchachos del grupo de estudiantes guardan un respetuoso silencio, de vez en cuando me miran con cierta extrañeza y les devuelvo una sonrisa para seguir caminando por un pasado que se hace presente y nos invade.
En la planta baja "el grupo de tareas" planea los operativos, secuestros y detenciones bajo la coartada de lo que fue llamado "el discurso de los dos demonios", una guerra abierta, militares contra terroristas que acabó siendo una represión indiscriminada contra cualquier sospechoso de "actividades subversivas".
Allí se dieron cita siniestros personajes cuyo nombre conviene no olvidar : Adolfo Astiz, Ricardo Miguel Cavallo, Adolfo Scilingo al frente de un grupo de ciento veinte asesinos y torturadores cuyas fotografías pueden verse en un panel gracias a la valentía del fotógrafo Víctor Basterra .
En el sótano de este Casino de Oficiales, hoy vacío y jalonado de paneles donde los supervivientes relatan los sangrientos episodios de su encierro, se practican las torturas como actividad cotidiana y se mezclan los cubículos para tales "tareas" con un espacio destinado a la falsificación de documentos.
Es allí donde el fotógrafo Victor Basterra debe retratar a todos los torturadores y falsificar documentos que, con otra identidad, les servirán para infiltrarse en organizaciones clandestinas como las Madres de Mayo entre las que practican el llamado "beso de Judas" que servirá para su localización, detención y finalmente desaparición.

Paseamos por lo playones de estacionamiento de vehículos donde llegaban los detenidos mientras el relato de Pablo nos recuerda que fue Massera quien puso en marcha el llamado "proceso de recuperación" destinado a utilizar los conocimientos y las especialidades de algunos de los detenidos para organizar el trabajo esclavo en beneficio de la Institución.
Parece ser que este golpista abrigaba el secreto deseo de ser el nuevo Perón y erigirse en presidente de una "renovada" democracia argentina. Los trabajos, desempeñados por los elegidos, sometidos a este proceso de recuperación, se realizaban en el mismo sótano donde se torturaba a los detenidos y se remuneraban con permisos de salida y pases de pernocta. Los "afortunados" volvían puntualmente cada mañana para seguir desempeñando sus funciones.
La valiente decisión de Basterra, uno de estos afortunados, es la de añadir una quinta foto a las cuatro que debía tomar de cada torturador, y guardarla escondida con riesgo de su vida.
Vive para contarlo.
Aquí las veo, en lo que ahora es el Área de Comunicación del Espacio para la Memoria, una sala en la entrada del edificio principal de la ESMA. Estan todos sus rostros alineados en un mural que nos muestra sus rostros impávidos, atravesados por la nube del tiempo que los endurece aflorando en cada torva imagen su petrificado interior.
Seres humanos como éstos renunciaron a su condición ejerciendo sus "tareas" en los seiscientos centros clandestinos, campos de detención y exterminio, diseminados por toda la República Argentina.

LAS PRIMERAS DENUNCIAS INTERNACIONALES

A comienzos de 1976, coincidiendo con el mayor número de desapariciones que se prolonga hasta 1979, llegan las denuncias de países como Francia, Holanda, Suecia y algunas, tímidas, de España recién salida de la dictadura.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicita visitar los lugares donde se practica "presuntamente" la detención, tortura y desaparición.
Chamorro y sus secuaces deciden entonces trasladar a los detenidos a unas casas de retiro espiritual situadas en El Tigre, al norte de Buenos Aires y a orillas del Rio de la Plata. Gentilmente cedidas por la jerarquía eclesiástica y con la bendición de monseñor Tórtolo, iniciador de los acuerdos con los milicos, estas casas albergan a los detenidos ocultándolos durante la visita de la Comisión Interamericana.
Al mismo tiempo se llevan a cabo en el Casino de Oficiales las obras de reforma necesarias para evidenciar las "mentiras " de quienes, como Maggio, se fugan y denuncian la terrible situación en la ESMA. Se ciega la bajada al sótano de torturas, se desmontan los ascensores que llevan a este lugar y se retiran los cubículos donde se aplica la "picana" a los "subversivos". Todo queda en orden para la visita de la Comisión. Esto sucede sistemáticamente desde 1979 hasta 1983. Aquí no sucede nada, señores.
Daban sus frutos las enseñanzas de "La Escuela de las Américas", iniciada en los setenta para combatir el socialismo/terrorismo en todo el Cono Sur, y tutelada que fue por personajes como Nixon, Kissinger(ideólogo de la Operación Cóndor) y Bush padre, y la escuela francesa de donde llegaban instructores experimentados durante la guerra de Argelia.

Seguimos transitando por estos lugares vacíos con el espíritu congelado por una memoria que ahora es también nuestra. Se agolpan en la mía los recuerdos de una época que, desde tan lejos, vivimos através de los diarios, de las lecturas, del cine y la televisión y ahora estoy aquí en medio de este vacío que me hace temblar y de estas paredes desnudas que me aprietan los entresijos del alma. Un estudiante del grupo se acerca y me pregunta si soy español y porqué estoy aquí.
En Capuchas leemos los testimonios de los que allí estuvieron y sobrevivieron. Cubiertas sus cabezas dia y noche pierden el sentido del tiempo y quedan reducidos a condición infrahumana. Un sólo baño para todos los detenidos , hombres y mujeres. A ellas se les permite ir juntas, en grupo, cada tanto, cada mucho, el tiempo no existe más. Es un breve momento de felicidad, levantan el trapo que cubre sus cabezas, se abrazan, sollozan, se hablan aprovechando la escasa benevolencia del joven soldado de vigilancia que acabará violándolas.
Arriba en un sobrado-buhardilla bajo la cubierta del edificio, Capuchitas un lugar que tiene su propia "lógica", un altillo habitado durante dos años en condiciones peores que las de Capucha.
Allí "viven"y son torturados a diario. En la oscuridad de los cubículos de madera, como ataúdes, escuchan los gritos de dolor de sus compañeros ahogados apenas por el volumen atronador de los receptores de radio que transmiten música día y noche.
Pan, un trozo de carne y mate cocido. Un día tras otro, un año tras otro. Viven.
El privilegio de los detenidos en Capuchas era el de ser bajados al sótano para la tortura. En un lugar de la escalera que comunica con la planta inferior se puede ver la inscripción temblorosa de quien quiso dejar su nombre como escueto testimonio de su paso por el infierno. Hoy queda protegido y enmarcado por un vidrio. Preservar la memoria.

En Capuchitas permaneció durante todo su cautiverio la dirigente de Montoneros Norma Rosito considerada por sus torturadores como un especial trofeo de guerra. Encapuchada día y noche, con grilletes y una vieja bala de cañón de veinte kilos de peso sujeta a sus tobillos, recibía con frecuencia la visita de Chamorro quien venía a charlar con ella de política. Secuestradora, a su vez, del general Aramburu fusilado por Montoneros, se la recuerda como un ejemplo de ánimo para sus compañeros de cautiverio. Pidió ser fusilada. Fue envenenada.

COMO UN EPÍLOGO

Volvemos con el grupo escolar a la sala de Comunicación. Escribo en el libro de visitas con la emoción propia del momento, no sé bien qué frases improvisadas y me prometo el ejercicio de contarlo aquí. Aunque resulte demasiado "prolijo". Intercambio con Pablo un abrazo, unas palabras y nuestros correos electrónicos. Se van los muchachos, uno de ellos se acerca, me abraza y me besa, sin palabras.
Salgo sobre Avenida del Libertador. La incipiente primavera porteña me sigue obsequiando con un sol radiante y un cielo azul.
Voy caminando en silencio, sin pensamiento. Buenos Aires es otra.

domingo, 4 de octubre de 2009

De vuelta


Ya que hubo despedida lo correcto es saludar a la llegada, pero la verdad es que todavía no sé si estoy acá o allá.
Saludos a todos con la moderada alegría de la vuelta y la inevitable melancolía del regreso. Todo resultó demasiado intenso y no les aburriré con más detalles aunque es probable que vayan aflorando en alguna que otra entrada y en más de un comentario (nada de posteos, por favor). Seguro que me creen cuando les digo lo difícil que me resultó elegir una imagen de entre los varios centenares que traigo.
De modo que decidí hacerles creer que estuve en Osaka, por ejemplo, tan fácil era imaginarlo en el Jardín Japonés de Buenos Aires (Avenida del Libertador , entre Casares y Sarmiento). De esta manera evitamos tópicos con imagenes de Caminito o Plaza Dorrego o Avenida 18 de Julio y Plaza Matriz.
Pero no voy a engañarlos, hay tanto que relatar sin aburrir y tanto que mostrar sin agobiar que pienso deleitarlos o martirizarlos (según el ánimo de cada cual) con próximas entradas acerca de estas dos repúblicas. Ambas ameritan (vean como vengo con este lenguaje que se me pega a los entresijos) mucho más de lo que yo pueda ofrecer.
Capaz que se alegran de mi vuelta. Si no, díganmelo o miéntanme, digan que me quieren.